El linaje y las riquezas que rodean a la familia Luján se despliegan como un tapiz tejido a través de generaciones, entretejiendo relatos de

pasión, poder y legado. A través de este video, JdCienfuegos, pretende arrojar luz sobre la dinámica familiar, la distribución de la herencia, y

el impacto de estos elementos en la trama narrativa presentada en ‘La Promesa’.

La historia nos transporta inicialmente hacia los cimientos del marquesado de Luján, cuyo linaje exacto es un velo no levantado. Sin embargo, emerge la figura de Don Jacinto, el tercer Marqués de Luján, quien con visiones de futuro y amor por su primera esposa, Doña Amia, construyó el emblemático palacio conocido como La Promesa, el cual, tras la muerte de su esposa, quedó como testigo perenne de su amor no consumado. A su lado, también se desvela el palacio de la Fortuna, obsequio del Rey Fernando VI, sumando prestigio al ya influyente marquesado.

Con el pasar de los siglos, los Luján han visto cómo sus palacios y propiedades representan no solo su poderío económico, sino también su patrimonio familiar. El palacio de la Fortuna y el ancestral palacio La Promesa se presentan como las joyas de la corona, destinadas a ser heredadas por los sucesores directos del marquesado. Alonso, portador actual del título, contempla en su vejez cómo distribuir esta herencia equitativamente entre sus descendientes, decisiones que no están exentas de conflictos y secretos familiares.

Al profundizar en la genealogía de los Luján, descubrimos a Alonso, el marqués regente, cuyas decisiones y relaciones amorosas pasadas forman un complejo entramado que influye directamente en la línea de sucesión. La muerte temprana de su hermano mayor, Pedro, lo coloca a él directamente en la línea de herencia, cargando sobre sus hombros el peso de la tradición y el honor de la familia. Sus nupcias, primero con Carmen de Altuna y luego con Cruz, añaden capas de complejidad al futuro del marquesado en ‘La Promesa’.