El próximo episodio de Sueños de Libertad nos trae una revelación impactante que cambiará el destino de los personajes para siempre. Marta, sin imaginarlo, descubrirá la verdad más oscura: Jesús fue quien incriminó a Andrés en la muerte de Víctor.
Todo comienza durante el desayuno, donde la tensión en la mesa es insoportable. Andrés, incapaz de soportar la presencia de quienes lo han traicionado, se niega a sentarse. Damián, con su tono autoritario, le ordena que se una a la familia, pero Andrés, cegado por la rabia y el dolor, prefiere marcharse. Justo antes de salir, se cruza con Marta, quien, ajena a todo, le pregunta con dulzura si no va a desayunar con ellos. Lo que debería haber sido una simple invitación se convierte en la chispa que desata el caos.
Andrés explota con un grito lleno de amargura, revelando la verdad que nadie esperaba: “Eso, padre, disimula. Es mejor que Marta siga en la ignorancia, que no sepa que fue Jesús quien colocó el gemelo junto al cadáver de Víctor para inculparme.”
El silencio se apodera del lugar. Marta, con la mirada incrédula y la voz temblorosa, apenas puede formular la pregunta: “¿Es esto cierto?” Pero Jesús, en lugar de enfrentar su mentira, simplemente se levanta y se marcha sin decir una palabra.
Más tarde, en su despacho, Marta intenta recomponerse mientras organiza una cena con su futura suegra. Pero su tranquilidad se ve interrumpida cuando Jesús irrumpe con una sonrisa cínica y un tono despreocupado: “¿Hoy es la comida? Estoy deseando conocer a nuestra futura suegra.”
Pero Marta, con el corazón ardiendo de furia, lo fulmina con la mirada y sentencia sin titubear: “Tú no estarás presente en ese almuerzo.” Jesús, sorprendido, protesta: “Soy tu hermano mayor.” Pero Marta no se deja intimidar: “Me avergüenzo de ti profundamente.”
Jesús intenta mantener la compostura, pero su resentimiento es evidente. Se defiende, justificando su traición como el peso de una vida llena de obligaciones. Pero Marta no se deja engañar: “No fue Andrés quien te quitó a Begoña, fuiste tú quien la alejó. Fuiste tú quien intentó matarla. Fuiste tú quien lo mandó a la cárcel.”
Jesús, al borde del colapso, intenta justificarse, pero Marta le da el golpe final: “No nos engañas más. Ni siquiera a ti mismo. Debe ser duro estar en la piel de un monstruo… un monstruo que ahora está completamente solo.”
Jesús, con la mirada rota, no responde. Solo se marcha, dejando tras de sí el eco de unas palabras que lo perseguirán para siempre.
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